Debemos tener una vida llena de sentido, llena de cosas que nos hagan mejores seres humanos con el tiempo. Hagamos que la vida sea tan rica en alegría y amor que tenga un gran significado, sea corta o larga, que valga más que una vida que hubiera durado cien años. En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia. El ser humano tiene la libertad de cambiar en cada instante. Logremos que cada cosa que hagamos sea una huella inmortal en la arena del tiempo.
Entrada está dedicada a esa cifra incalculable aún, de entre 1,5 millones y 2,5 millones de personas que sufrieron y murieron aquí. Para que eso que pasó tenga algún sentido en nuestras vidas hoy en día. En 1979, Auschwitz fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Camino, sudo, pienso. Un paso, dos pasos, tres pasos. Entro. Por fin entro. Misterio, ansiedad, emoción de estar pisando este pedazo de tierra que significa mucho para mí. Mi sueño, uno de mis tantos sueños. Por fin acá, me re afirmo. De repente veo el famoso letrero en alemán “ Arbeit macht frei” que significa , “el trabajo los hará libres”, entonces volteo y me despido de Gaga, mi amiga que me esperaría afuera cinco horas. Me seco el sudor, tres pasos más y de repente una lágrima se acerca a mis ojos pero no dejo que salga, pasando saliva y tratando de ser fuerte. Respiro.
Impotencia, tristeza, bronca, dolor, rabia, lagrimas, sudor, cansancio. Pelear, llorar, suspirar, negar, callar. Si muchas veces es mejor callar frente a cosas que parecen injustificables como estas, aunque me cueste un montón callarme. Y no será ahora, no. No será hoy, cuando me abstenga de decir algo, porque usaré esta entrada como método para expresar lo que se siente estar allí.
Estar en el cementerio más grande del mundo. Pero que si hubiera sido tan solo un cementerio no pasaría tanto por mi alma. Llamémoslo, el sitio de tortura y humillación más grande del mundo. Y espero no estar equivocada y que lo sea. Espero que no exista aún hoy en día otro de igual tamaño y proporción en estos tiempos tan difíciles que vivimos, ni que vaya a existir.
Estar en Auschwitz - Birkenau, ubicado a 70 kilometros al oeste de Cracovia en Polonia, en una ciudad llamada Oświęcim, el más grande campo de concentración para el exterminio y tortura de seres humanos que haya creado el mismo hombre, es sin duda alguna algo que ha marcado mi viaje. No sé bien si para joderme un poco la existencia y mis pensamientos o porque en realidad pude sacar algo bueno de esta visita. No lo sé porque ahora mis preguntas acerca de la vida y su sentido aumentaron en forma radical. Solo espero que eso sea un aspecto positivo porque lo hace a uno más fuerte frente a muchas cosas. Y porque el pensar es evaluar, y el evaluar es crecer como persona.
Tantas cosas pasaron por mi mente, alma y corazón mientras recorría cada rincón, que es difícil escribir esta entrada sin que estos vuelvan a aparecer y de nuevo una lágrima me joda la existencia, porque me toca volver a pasar saliva y no dejarla salir. No, no es hora para dramatismos.
Hablar sobre lo que ocurrió allí es redundar. Eso ya está dicho, en cientos de libros, en cientos de páginas, en cientos de momentos y de maneras diferentes. Horror, muerte de la peor manera, sufrimiento, lo más degradante que puede hacer el hombre por el hombre, pasó en esa etapa llamada el holocausto. Vida sin dignidad.
Volviendo al pasado
Mi pasión por este tema del holocausto y lo que significó para la humanidad y nuestros días, nació por eso lares del año 2000, cuando el querido profe de filosofía nos presentó el libro del periodo escolar que sería evaluado al final, “El hombre en busca del sentido” de Victor Frankl un siquiatra austriaco que logro salir con vida después de tres años de permanecer allí. Luego cuando salió aquella película del italiano Roberto Benigni que me impactó y enamoró, llamada “La vida es Bella”, me di cuenta, que este tema me llamaba mucho más la atención de lo normal, al convertirse estos dos respectivamente en mi libro y película favorita. Y desde ahí mi sueño de estar algún día pisando Auschwitz. Si, lo logré.
Me empecé a empapar del tema. No sé bien por qué, pero me gusto, aunque “gustar”, es una palabra algo perversa de decir frente a esto, digamos que me interesó. No sé bien por qué, repito, pero quizá fue el tratar de entender porque en algún momento de nuestras vidas nuestras almas conjugadas con las acciones dejan de actuar civilizadamente , aunque estamos “civilizados” para devolvernos con un enorme salto hacia atrás y hacer lo que hacemos, como si viendo nuestras fallas y lo que ocasionan, no aprendamos sino que retrocedamos, como una des- civilización . Un volver al pasado donde disfrutábamos del dolor ajeno, la perversión, la sangre, el sufrimiento, el ver llorar a alguien por dolor, angustia o tristeza, el disfrutar y reír de esto, como por esos años de los imperios, circos y gladiadores.
Ese tratar de entender la vida del ser humano, y nuestras capacidades para llegar a ser las más maravillosas personas pero también las más horrorosas, me llevo a empezar desde ese año a documentarme sobre el tema, a tal punto que en la visita a Auschwitz en Polonia, actué de guía turística de mi grupo en el segundo campo, en Birkenau. Me apasioné con el tema y evitando a toda costa llorar y con mi inglés que aún no es perfecto expliqué algo de lo que he aprendido, que aunque será bastante, nunca será lo suficiente para lograr entender a fondo cada sentimiento , cada acto, cada segundo y cada historia que sucedió allí. Ni para entender lo que pasa en nuestros tiempos.
Lo que verdaderamente nunca se va a lograr entender es esto que sintió cada uno que murió allí o que sobrevivió de allí. Eso sólo lo sabrán ellos, sólo lo sentirán ellos, así lo hayan descrito en cientos de libros, siempre habrá algo mucho más profundo que lo que se es capaz de salir del alma.
Y la gran pregunta es si eso que pasó, sirvió para algo hoy en nuestras vidas y en estos tiempos tan difíciles. Si sirve para no estar cometiendo los mismos “errores” si a eso se le puede llamar error humano, por miles de razones. Esa es la gran pregunta que cientos de personas se hacen hoy en día al estudiar sobre el holocausto. Y es la gran pregunta que me jode la existencia frente a todo lo que veo y vivo en mi entorno y cada segundo.
Sentimientos vividos
Caminar sobre Auschwitz es algo mucho más profundo que la misma sensación de cuando se camina por un cementerio. Es un sentimiento de duda, tristeza, dolor y preocupación, que se hincha en el estómago y sube hasta la tráquea, haciéndolo pasar a uno saliva para sostener las ganas de soltar una palabra que evoque y logre sacar al exterior ese sentimiento que invade el alma cuando la razón no puede con esta. Algo así como ganas de putear a alguien cuando nos hace daño sin razón, solo que esta vez a miles.
El haber estudiado tanto del tema antes de ir , fue quizá lo que ocasionó que este sentimiento fuera mucho mayor, y obligándome a detenerme en muchos de mis pasos para tomar aire, fuerza y seguir caminando, puteando igual por dentro la existencia del ser humano. Y haciéndome muchas preguntas aún sobre la vida y su dignidad. Caminando con rabia infinita y con corazón endurecido para tratar de entenderlo.
Cuando vi las “camas”, esos pedazos de maderas de tres pisos generalmente, recordaba las palabras de muchos de los autores leídos y me llenaba de bronca. Sitios para dormir máximo 3 personas pegadas una contra la otra, eran usados para acomodar 10 o más prisioneros, de tal forma que tocaba de lado y esta vez muy pegados, lograban después de largas horas de trabajo forzoso y humillaciones, conciliar algo de sueño.
Recorrer el piso del bloque 11, donde se solían asesinar varios de ellos sin razones muchas veces, parándolos sobre un paredón de a varios al tiempo, me hacia evocar esas descripciones de los sentimientos de algunos de los autores en sus libros, y el miedo que les imprimía cuando llegaban con listas para llevar al bloque 11, el bloque de la muerte.
Ver lo que pudieron recuperar después de liberar el campo de concentración, gafas, prótesis de piernas, brazos y caderas, el pelo que cortaban antes de entrar a los prisioneros a las cámaras de gas y con el cual hacían ropa, si ropa. Cepillos de dientes, si es que a eso que les daban se le podía llamar así, peines, uniformes de rayas, fotos, mantas de judíos, maletas, cientos de zapatos, miles de tazas donde tomaban la “sopa”, fotografías de los prisioneros, de sus familiares, de sus amores, entre otras tantas cosas, me hacían evocar cada palabra descrita por estas personas que he leído y cada escena, y me invadía una tristeza enorme de saber que eso fue usado por alguien que perdió acá todo así no haya perdido su vida física como tal, perdió su dignidad, su felicidad, su calma y su plenitud. Porque como dicen muchos de los autores, “no sé bien a quién le fue mejor, si a los que murieron o a nosotros que quedamos con vida después de tanto, porqué ese sentimiento que tenemos por lo que vivimos, es algo que hasta que la muerte no nos encuentre no nos va a dejar en paz en nuestras mentes”
El recorrer lo que quedó de las cámaras de gas donde murieron miles de prisioneros asfixiados con Ciclone B, me recordaba las descripciones de los libros y me daban nauseas. Me hacían despertar ese yo interno, lleno de rencor infinito que todos tenemos y que solo en ocasiones muy injustas y cuando somos buenos de corazón y nos joden, se nos sale. Pero que aún a pesar de todo, debemos saber controlar en su momento para no perjudicar lo bueno que tenemos y somos. Y es justo allí donde debemos entender que la mejor venganza es perdonar. No pagar con la misma moneda, no solo porque no vale la pena sino porque es rebajarnos a lo mismo que nos hacen. No tiene sentido.
Y entonces aparecen de nuevo las preguntas. Si, muchas preguntas. No hay que pensar ni leer mucho para darnos cuenta que no nos sirvió como lección este sufrimiento que se vivió. Claro. No lo vivimos nosotros. No nos afecto a familiares ni amigos cercanos.
Me atrevería a decir que si el alma de esas personas estuviera por ahí rondando o desde arriba viendo lo que pasa, estarían muy decepcionadas de ver el mundo en el que vivimos. Pero no me refiero a sólo las guerras, las injusticias, la inequidad, la vida mundial. Eso es tan grande que lo vuelve difícil de manejar. Si, controlar masas es casi imposible.
Me refiero también y sobre todo a ese pequeño pedazo y tiempo de nuestras vidas. A eso que hacemos con los otros, a esa indiferencia frente a lo que pasa frente a nuestros propios ojos. A ese dolor que no nos importa ver. Me refiero a las relaciones, con nuestra gente, pero también con nuestra no gente, por llamar de algún modo a esas personas que nos rodean pero no conocemos.
Me refiero a ese juego estúpido de jugar con los sentimientos de los otros, eso jode por dentro. Me refiero a esa indiferencia frente a los que necesitan una mano, un oído o una palabra de aliento. A esa cobardía de decir un te quiero, un te amo o simplemente de hacerlo saber con actos no necesariamente con palabras. Me refiero a ese orgullo que nos hace creernos superiores y con derecho para humillar a los demás. Me refiero a ese ego interno que tenemos que no nos deja pedir perdón, ese orgullo tonto. Me refiero a todo ese conjunto de acciones que nos vuelven tan parecidos a esos famosos SS del holocausto. Si es obvio, en diferentes grados, claro. Pregunto: ¿en diferentes grados? En serio ¿lo és?. No, para mi, grados no existen cuando algo causa dolor, tristeza o sufrimiento. Igual lo causa.
Lessing dijo en una ocasión: “Hay cosas que deben hacerlos perder la razón, o entonces es que no tenéis ninguna razón que perder."
La pregunta ante cada uno de nosotros mismos es ¿Qué tipo de razón tenemos?
Anexo una de las mejores partes de mi libro favorito: “Permítaseme citar el caso del Dr. J. Es el único hombre que he encontrado en toda mi vida a quien me atrevería a calificar de mefistofélico, un ser diabólico. En aquel tiempo solía denominársele "el asesino de masas de Steinhof”, nombre del gran manicomio de Viena. Cuando los nazis iniciaron su programa de eutanasia, tuvo en su mano todos los resortes y fue tan fanático en la tarea que se le asignó, que hizo todo lo posible para que no se escapara ningún psicótico de ir a la cámara de gas. Acabada la guerra, cuando regresé a Viena, pregunté lo que había sido del Dr. J. Los rusos lo mantenían preso en una de las celdas de reclusión de Steinhof, me dijeron. Al día siguiente, sin embargo, la puerta de su celda apareció abierta y no se volvió a ver más al Dr. J. Posteriormente, me convencí de que, como a muchos otros, sus camaradas le habían ayudado a escapar y estaría camino de Sudamérica. Más recientemente, sin embargo, vino a mi consulta un austríaco que anteriormente fuera diplomático y que había estado preso tras el telón de acero muchos años, primero en Siberia y después en la famosa prisión Lubianka en Moscú. Mientras yo hacía su examen neurológico, me preguntó, de pronto, si yo conocía al Dr. J. Al contestarle que sí, me replico: "Yo le conocí en Lubianka. Allí murió, cuando tenía alrededor de los 40, de cáncer de vejiga. Pero antes de morir, sin embargo, era el mejor compañero que imaginarse pueda. A todos consolaba. Mantenía la más alta moral concebible. Era el mejor amigo que yo encontré en mis largos años de prisión."
Esta es la historia del Dr. J., el "asesino de masas de Steinhof’ ¡Cómo predecir la conducta del hombre! Se pueden predecir los movimientos de una máquina, de un autómata; más aún, se puede incluso intentar predecir los mecanismos o "dinámicas" de la. psique humana; pero el hombre es algo más que psique.
Aparentemente, el pandeterminismo es una enfermedad infecciosa que los educadores nos han inoculado; y esto es verdadero también para muchos adeptos a las religiones que aparentemente no se dan cuenta de que con ello sacan las bases más profundas de sus propias convicciones. Porque, o bien se reconoce la libertad decisoria del hombre a favor o contra Dios, o a favor o contra los hombres, o toda religión es un espejismo y toda educación una ilusión. Ambas presuponen la libertad, pues si no es así es que parten de un concepto erróneo.
La libertad, no obstante, no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre el peligro de degenerar en nueva arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. Por eso recomiendo que la estatua de la Libertad en la costa este de EE. UU. se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa oeste.” Victor Frankl.
Debemos tener una vida llena de sentido, llena de cosas que nos hagan mejores seres humanos con el tiempo. Hagamos que la vida sea tan rica en alegría y amor que tenga un gran significado, sea corta o larga, que valga más que una vida que hubiera durado cien años. En todo momento el hombre debe decidir, para bien o para mal, cuál será el monumento de su existencia. El ser humano tiene la libertad de cambiar en cada instante. Logremos que cada cosa que hagamos sea una huella inmortal en la arena del tiempo.
Algunas fotos de lo que vieron mis ojos.
tarros de ciclone B , usado para las camaras de gas
pelo que les cortaban antes de asfixiarlos. Este lo usaban para hacer ropa, y como los que mataron fueron en su mayoria abuelitos y niños por eso la mayoría del pelo es blanco.
protesis que les quitaban antes de meterlos en las camaras de gas
tacitas donde les servian la "sopa"
miles de maletas de los prisioneros. los dejaban adentro solo con se desnudez como pertenencia
las cositas de los niños que encontraron
cientos de zapatos
QEPD
QEPD
pijamas de rayas
Campo I y estos son algunos de sus barracones
un barracon, una torre de vigilancia de los SS y la alambrada, donde cientos decidieron tirarse para morir allí y no tener que aguantar más lo que vivían, esa vida sin dignidad.
esta era mas o menos la entrada hacia una muerte segura, aca quedaba Birkenaú, a cinco minutos de Auschwitz y conectados por estos rieles. Todo aquél que llegaba a Birkenaú , era casi seguro que iba directo para las camaras de gas, a morir.
ya en Birkenaú
parte interna de un barracon en Bikenaú
la parte que destruyeron de Birkenaú, para no dejar huella del holocausto, justo tras la liberación del campo.
un pequeño monumento donde se suelen dejar piedras, simbolo que se usa con ludios en lugar de flores. Esta parte es donde quemaban los cuerpos de los que asesinaban.
fotos de todos aquellos que perdieron su vida allí. Un gran monumento justo dentro del baracon donde llegaban todos y les cambiaban su nombre por un número...eso eran..tan solo un número.
El piso su pueden ver aún se encuentra intacto porque sobre este hay un vidrio que lo protege y es donde uno camina.
cientos de sueños perdidos...
lo que quedó de las camaras de gas después que algunas explosiones intentaron borrar huellas de lo que había pasado allí.
mas restos de las camaras de gas
Monumento en varios idiomas que usaban las personas que padecieron allí, no está en español, está en un latin anterior que no recuerdo el nombre, pero la traducción de este escrito es: ""Grito de desesperación y admonición a la humanidad . Sea para siempre este lugar donde los nazis mataron a casi un millón y medio de hombres, mujeres y niños. Principalmente judios de diferentes paises de Europa."
"To love. To be loved. To never forget your own insignificance. To never get used to the unspeakable violence and the vulgar disparity of life around you. To seek joy in the saddest places. To pursue beauty to its lair.To never simplify what is complicated or complicate what is simple. To respect strength, never power. Above all, to watch. To try and understand. To never look away. And never, never, to forget ", Arundhati Roy
OJALA QUE LA HISTORIA NO LO OLVIDE NUNCA